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Foto de Marcela Treviño
La sostenibilidad se fortalece cuando se aprende desde el territorio. Durante una excursión al Mixteco Oaxaqueño en noviembre de 2025, experimentamos cómo las comunidades rurales integran prácticas regenerativas en su vida cotidiana. Este viaje nos permitió observar soluciones locales que promueven un futuro más responsable con el ambiente, especialmente a través de la composta.
Además, el excursionismo responsable abre oportunidades educativas que conectan con la innovación.
Asimismo, estas vivencias revelan la importancia de entrelazar teoría y práctica dentro de la sostenibilidad.
Paisaje, cultura y primeras enseñanzas
Llegar a San José del Pacífico fue un recordatorio de la relación íntima entre paisaje y cultura. Con sus casas suspendidas en la montaña y varios puentes iluminados, el entorno invita a un diálogo profundo con la naturaleza. Igualmente, el lugar es reconocido por su tradición de hongos y su gastronomía artesanal.

Foto de Marcela Treviño
En ese contexto, la caminata hacia el Rancho de las Cruces permitió apreciar la riqueza vegetal y la presencia constante del agua. Asimismo, el cruce reiterado del río simbolizaba nuestra interacción continua con los ecosistemas.
En el trayecto conocimos Ámate, un proyecto de comercio justo donde se elabora cacao con hongos, lo que refuerza la idea de que el desarrollo local puede ser innovador y sustentable.
Aprender del territorio y de sus habitantes
La convivencia con la familia del rancho reveló prácticas agrícolas relevantes. Les pregunté cómo manejaban sus residuos orgánicos y respondieron que los enterraban bajo la milpa, creando una forma sencilla de composta como abono y fertilizante orgánico.
Del mismo modo, esta estrategia funciona como una enmienda que mejora el suelo y fortalece la productividad. A la vez, demuestra cómo el conocimiento empírico puede complementarse con enfoques educativos en sostenibilidad.
Así, la experiencia comprobó que pequeños gestos cotidianos fortalecen la resiliencia socioambiental.
Bocashi: innovación comunitaria y acción climática
En Pluma Hidalgo, reconocido por su café, visitamos un plantío donde elaboran composta con cáscaras de café y residuos frescos mediante el método Bocashi. Por consiguiente, este proceso acelerado —listo en unos 15 días— actúa como sustrato nutritivo para la siembra.
Igualmente, al visitar otro rancho cerca de Santa María Magdalena observamos que también emplean Bocashi y bioles, fertilizante natural, evitando así fertilizantes tóxicos que dañan el ecosistema.

Foto de Marcela Treviño
En consecuencia, estas prácticas funcionan como un potente biofertilizante que fortalece la soberanía agrícola y demuestra cómo la innovación educativa en sostenibilidad se materializa en acciones comunitarias.
Comunidades que inspiran transformación
A lo largo del recorrido, quedó claro que estas comunidades no solo adoptan tecnologías apropiadas, sino que las transmiten a nuevas generaciones. Por ello, los aprendizajes locales se convierten en herramientas socioambientales de alto impacto.

Foto de Marcela Treviño
Del mismo modo, su ejemplo muestra que la colaboración colectiva sostiene la resiliencia territorial y fortalece la identidad comunitaria.
Finalmente, comprender estos procesos invita a repensar cómo la educación para la sostenibilidad puede nutrirse de experiencias vivas, prácticas y culturalmente situadas.
Escrito por Marcela Treviño Feria, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.
“Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente”.

