
PROYECTO SOCIOAMBIENTAL COMUNIDAD OMETOCHTLI
diciembre 13, 2025Pensando en que el espacio construido que habitamos es justo el que nos conecta —o nos desconecta— del entorno en donde nos encontramos, me resulta de interés reflexionar: ¿cómo las decisiones de diseño contribuyen al bienestar del usuario? ¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuando el espacio que construimos los arquitectos no contribuye a mantenernos con vida? ¿Cómo podemos lograr que lo construido ayude a mejorar nuestra calidad de vida y la de los nuestros? ¿De qué manera el entorno que diseñamos puede aportar al bienestar integral de nuestra sociedad?

En este contexto, el diseño bioclimático y el bienestar humano se presentan como un eje fundamental para comprender la relación entre el cuerpo, el espacio y el ambiente, desde una mirada que prioriza la vida, la salud y el confort.
En el artículo anterior —Hacia el rumbo bioclimático: el habitar en su dimensión espacial— se habló del habitar desde su dimensión espacial, entendiéndolo como “una necesidad que consiste en ocupar con nuestro cuerpo un espacio específico que brinde las condiciones para mantenernos con vida”. Si consideramos que existimos a través de nuestro cuerpo, surge entonces una pregunta clave: ¿cuáles son las condiciones ideales que debería tener un espacio para poder vivir y subsistir?
El cuerpo humano como medio de habitar el espacio construido
Para adentrarnos en el tema, me interesa reducir la escala de análisis y centrarnos en el ser humano. En este sentido, y apoyándonos en la teoría psicológica propuesta en 1943 por Abraham Maslow, la jerarquía de las necesidades humanas tiene como base los aspectos fisiológicos: alimentación, homeostasis, respiración y descanso.
Si bien la arquitectura y el diseño de los espacios habitables pueden influir en distintos niveles de esta pirámide, el enfoque de este texto se centra en la base y en aquellos aspectos donde el diseño interviene de manera directa.

En una breve conversación con el Dr. Alejandro Canedo Alberto, médico urgenciólogo adscrito al Instituto Mexicano del Seguro Social, se define la homeostasis como “el equilibrio interno del cuerpo para el adecuado funcionamiento y metabolismo celular (temperatura, pH, osmolaridad, etc.)”. Esto sin dejar de lado que el cuerpo humano es un sistema complejo y sofisticado, que emplea mecanismos regulatorios y compensatorios para su propia supervivencia a través de los órganos y sistemas que lo componen.
Además, de acuerdo con la Constitución de 1948 de la Organización Mundial de la Salud, la salud se define como “el estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, emocional y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Lo anterior reafirma que se trata de un tema complejo y, al mismo tiempo, subraya la importancia de los factores externos con los que el cuerpo se interrelaciona.
Confort ambiental y bienestar del cuerpo humano
El profesor Víctor Fuentes Freixanet, con maestría y doctorado en arquitectura bioclimática, define el confort como “el estado físico y mental en el cual el hombre expresa satisfacción (bienestar) con el medio ambiente circundante”, considerando que dicho ambiente incluye el entorno natural, social y artificial.
El estado de bienestar puede variar entre lo físico y lo mental, ya que depende de las condiciones particulares de cada persona. Fuentes identifica factores internos —edad, sexo, salud física y mental, estado de ánimo— y factores externos —temperatura, humedad, viento, olores, ruidos, entre otros—. A partir de estos elementos, el confort puede clasificarse según el canal de percepción: térmico, lumínico, acústico, olfativo y psicológico (Fuentes, 1988).

Desde una perspectiva fisiológica, el Dr. Canedo señala que lo esencial para mantener la vida es “el sustrato (glucosa y oxígeno) y una adecuada homeostasis”. De ello se infiere que, entre los factores externos, el confort térmico tiene una repercusión significativa, ya que la piel —el órgano más grande del cuerpo— es el principal canal de percepción.
Aunque el aspecto psicológico será abordado en otro artículo, es importante mencionar que este puede compensar ciertas incomodidades fisiológicas. Por ejemplo, “la incomodidad térmica o lumínica puede ser atenuada a través de los factores visuales involucrados en el diseño de los espacios”, como colores, texturas, vacíos y macizos (Fuentes, 1988).
Finalmente, la salud se presenta como el factor fundamental para que un individuo experimente confort. Fuentes señala que “el hombre puede estar incómodo pero saludable; por el contrario, si está enfermo no puede sentirse cómodo”. Sin salud, los canales de percepción y la relación entre el cuerpo y el ambiente se alteran, afectando la interpretación de los estímulos que llegan al cerebro.
Uno de los tres objetivos fundamentales que debe perseguir la arquitectura para contribuir al bienestar humano es, según Fuentes, “crear espacios habitables que cumplan con una finalidad funcional y expresiva, que sean física y psicológicamente saludables y confortables para propiciar el óptimo desarrollo del hombre y sus actividades”.
Estrategias de diseño bioclimático para el bienestar fisiológico
Con una metodología base, durante el segundo trimestre de la Especialidad se retomaron los análisis de sitio y usuario, así como las recomendaciones y normativas asociadas al tipo de clima y edificación. El objetivo fue generar una propuesta de proyecto encaminada al confort y a la eficiencia energética.

Desde esta fase, las estrategias de diseño pasivo se consolidan como la base consciente para guiar el diseño de los espacios habitables en un sitio específico. Entre las principales estrategias del diseño bioclimático se encuentran:
- Emplazamiento: identificación de las condiciones ideales del contexto urbano y local.
- Agrupamiento y forma: comprensión de la trayectoria solar y del comportamiento del viento para adaptar las edificaciones a las condiciones naturales.
- Orientación: definición de la ubicación óptima de los espacios arquitectónicos para cumplir con requerimientos térmicos, de ventilación e iluminación, según su uso.
- Envolvente: decisiones de diseño relacionadas con la proporción y materialidad de muros, pisos y techos para mejorar el desempeño térmico de la edificación.
- Ventilación e iluminación natural: análisis de la ubicación y operación de aperturas para favorecer el desarrollo óptimo de las actividades del usuario.
La responsabilidad del arquitecto bioclimático se vuelve más compleja conforme se diversifican los requerimientos del usuario. Como se ha comentado en diversas sesiones, uno de los espacios más difíciles de diseñar es la vivienda, no solo por la variedad de necesidades que concentra, sino porque, como refugio, debería ser el espacio que contribuya de manera directa a satisfacer las necesidades fisiológicas, base del bienestar integral del ser humano.
Conclusión: arquitectura, cuerpo y bienestar
Pensar el diseño bioclimático desde el bienestar humano implica asumir una responsabilidad ética, ambiental y social. Cuando la arquitectura responde al cuerpo, al clima y al contexto, deja de ser únicamente un objeto construido y se convierte en una herramienta activa para la vida, la salud y el cuidado del entorno.
Referencias
Fuentes, V. A. (1988). Confort ambiental. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, 9(25), 29–40.
https://biblat.unam.mx/hevila/Arevistadecienciassocialesyhumanidades/1988/vol9/no26/5.pdf

Escrito por Sofía Caballero (estudiante de la Especialidad en Arquitectura Bioclimática)
Las opiniones incluidas en este artículo son responsabilidad de quien las escribe, y no reflejan la postura, visión o posición de la Universidad del Medio Ambiente.


