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noviembre 19, 2023El presente artículo presenta reflexiones sobre la importancia de la sensibilidad para los procesos de agencia de cambio.
¿Qué es ser un agente de cambio?
Esto de “agente de cambio” es un término puesto en debate continuamente. Sobre si realmente es un término adecuado para referirse a ciertas personas, o si está volviéndose un término excluyente que coloca el ego en un sitio de prestigio y “nobleza”.
Yo no tengo idea de si es bueno o es malo. Se que es un término común para referirse a “personas inconformes”. ¿Eso significa que las demás personas no están inconformes? No. Justamente es eso. En realidad la agencia de cambio es referirse a una parte muy humana y común de nosotros. Una parte natural que tenemos cuando sentimos incomodidad ante algo y sentimos la necesidad de cambiarlo.
Hemos aprendido que hay muchas formas de ejercer ese proceso de transformar el mundo, hay quienes se sienten inconformes con que no se haga composta en su casa, quienes se sienten inconformes con las narrativas dominantes de los roles de género, solo por mencionar algunas.
Las personas estamos atravesadas por diferentes contextos y situaciones en el mundo, lo que provoca que tengamos muchos tipos de inconformidades, comodidades, privilegios, opresiones y posibilidades. A esto se le llama interseccionalidad, y es la forma como nuestros roles sociales y culturales atraviesan nuestra experiencia de vida.
En la UMA, he tenido la oportunidad de explorar lo que este término significa para mi, en mi cotidianidad y en mi contexto. Esto es importante porque realmente no importa tanto el significado universal que tenga el concepto, sino la forma en que en mi vida diaria me he apropiado del mismo.
Foto por: Mitzi Gonzáles- 2023
De lo especial a lo común
Mi concepto de “agente de cambio” ha evolucionado con el tiempo. Desde la universidad cuando por primera vez lo conocí. Pase de entender al agente de cambio como: “el/la gran super héroe/heroína que salva a una comunidad”, a entender que no es nada “super” si no más como una recuperación de lo humano común que somos, para reconocer que tenemos capacidad de cambiar cosas.
Todos somos agentes de cambio, la única diferencia es que a veces lo reconocemos y otras veces no. Los sistemas en los que vivimos se pueden alimentar de la falsa idea sobre no tener capacidad de hacer algo al respecto. Sentirnos impotentes, incapaces, e insignificantes es justo el discurso al que se antepone la idea de ser agente de cambio.
Es decir, que si bien tu contexto importa y si influye en tu vida, también importa lo que piensas que te llevará a realizar acciones que reafirman o agrietan el contexto en el que vives para su transformación.
Sentir es posibilidad
He ido replanteando varias veces lo que es ser “agente de cambio”. Para mi ahora, es lo equivalente a ser sensible. Vengo de un contexto (que quizás te sea familiar) donde la idea de la sensibilidad no es más que ser “delicada”, “débil”, “incapaz”. Una persona que siente mucho “no sirve” en este mundo tan lleno de cosas por hacer, que entregar y que producir. Sin embargo, viendo el mundo tan indiferente, cansado, deprimido, ansioso en el que me toca interactuar, entiendo que las personas nos hemos vuelto insensibles para sostener un sistema que le importa más acumular capital antes que sostener la vida de manera digna.
Precisamente, tener la capacidad de sentir y aprehender como una capacidad inherente y vinculada a estar vivos, es lo que hace la diferencia/el cambio en un mundo que exige que lo que está vivo “no sienta”. Porque el “problema” de sentir es que provoca movimiento, grietas, rupturas, dudas y por lo tanto, un sistema que prioriza el dinero no sería capaz de sostenerse.
Foto por: Mitzi González – 2023
Para cambiar o transformar, primero hay que sentir la incomodidad y la esperanza
El ejemplo ideal es este: ser insensibles es como si hubiéramos perdido la capacidad de sentir el dolor, entonces cuando nuestra mano está expuesta al fuego, no lo sentimos. No es que no nos estemos quemando, solo no somos capaces de sentirlo. Al no sentir dolor, nos exponemos a dañarnos y lastimarnos más fácilmente. El daño no es que no exista, solo nuestra capacidad de sentirlo es la que vamos nulificando. Al no sentirlo, no existe siquiera la posibilidad de movernos, de inundarnos de urgencia, de emerger.
Entonces en este mundo el ‘agente de cambio’ no es para mi quien “nos salvará”, o quien tenga un proyecto increíble, o quien esté en posiciones de poder en gobierno o empresarial. Si bien todo eso puede ser valioso, para mi la verdadera agencia de cambio empieza no en la acción sino en la sensación. En el acto de permitirse sentir y con ello relacionarse con el mundo para posicionarse desde la vida que somos, para sostener nuestra vida y la de otros, y no tener la vida para sostener la producción de más capital.
La sensibilidad es de donde surge la posibilidad del movimiento. El cambio enfocado, atento a las necesidades reales y presentes. Parte de ser capaces de relacionarnos con el mundo.
Nuestra capacidad de sentir nos ayuda a crear significados e hilar nuestras experiencias con las de otros seres vivos.
¿Cómo proponer cambios sin atrevernos a sentir?
La sensibilidad no es debilidad, sino un signo de nuestra vulnerabilidad que nos faculta para afirmarnos en el mundo de acuerdo a lo que nuestro cuerpo lo sienta y lo razone. Para poder ejercer la agencia de cambio, hay que partir de sentir la incomodidad y abrazar la esperanza.
La agencia de cambio es del mundo de lo sensible, para los que fueron llamados “sensibles”, para los que encontraron poesía en su piel, fortaleza en su rabia, dignidad en su dolor, posibilidad en sus grietas y un corazón que les recuerda que son vida capaz de transformar.
Escrito por Mitzi González, estudiante de la Maestría en Proyectos Socioambientales por la Universidad del Medio Ambiente, ubicada en Acatitlán, Valle de Bravo, México