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septiembre 13, 2022Cuando leí el título, sabía que lo quería. No tanto para mis hijos, sino para mí misma: “Una niña hecha de libros” aunque, a mi gusto personal —muy personal— leería mejor el título “Una niña hecha de historias”; entonces pensé en encontrar caminos que me llevaran del storytelling a las prácticas narrativas en contextos educativos.
Como Wendy Darling, desde muy niña descubrí el gusto por contar historias: a mi hermana, a mis primas, a las muñecas con las que jugaba a la escuelita. O esta es otra historia de mí que me cuento… Bruner (1996) fue quien usó la historia de Peter Pan como pretexto para explicar el acto narrativo. Para él, los cuentos ayudan a crecer a los niños de la historia, a significar sus experiencias y a ser conscientes de su propio ser siendo entre un pasado y un futuro. ¿Es posible llevar las prácticas narrativas a un espacio de educación formal o informal?
¿Prácticas narrativas en contextos educativos?
Cuando escuchamos esta frase imaginamos que estamos hablando de clases de literatura o de redacción, storytelling para sonar más moderno. Pensamos que quizá aprenderemos nuevas técnicas para dar esas materias, pero en realidad lo que se nos ofrece es un espacio para resignificar nuestra práctica educativa primero, para de ahí poder resignificar las experiencias de aprendizaje en diferentes contextos formales e informales.
A partir de las prácticas narrativas es posible narrar y narrarnos, contarnos y recontarnos desde lo personal y hacia lo colectivo hacer un storytelling más honesto, que a quienes primero conmueva sea a nosotras mismas, y luego a las demás personas que se identifiquen con estas historias.
Comunidad de práctica
El quehacer educativo, desde las prácticas narrativas, hace del docente un partícipe activo del proceso de aprendizaje, construyendo con sus grupos verdaderas comunidades de práctica en las que es posible establecer futuros posibles deseables, desde lo colectivo. Por eso, podemos decir que las prácticas narrativas en contextos educativos nacen en espacios colaborativos, no competitivos, en los que podemos contar nuestras historias, encontrar las semejanzas que tenemos con otras y soñar lo que a todas las personas nos gustaría vivir.
Las comunidades de práctica que se construyen desde las narrativas tienen más posibilidades de restaurar saberes y conocimientos. A partir de ellas, nos será posible no solo hablar de comunicación o de literatura, sino también de matemáticas y biología. ¿Qué es lo que nos hemos contado sobre estas áreas del conocimiento? ¿Cómo podemos cambiar la historia?
Storytelling frente al arte de narrarnos
Storytelling es un anglicismo que se ha vuelto muy popular entre hispanohablantes. Su idea central es estimular la habilidad narrativa para contar historias que logren cautivar a una audiencia con fines más bien publicitarios, al menos en la actualidad, porque el arte de narrar es tan antiguo como la humanidad. Digamos que un buen ejemplo de storytelling, para mí, es lo que hacen las mejores charlas de TED. Cuentan una historia verdadera que de alguna manera se conecta con las personas desde la emoción, para compartir un conocimiento, hallazgo o saber.
Las fórmulas para hacer storytelling abundan en internet, así que no me detendré a tratar de explicarlas. Lo único que me parece importante mencionar es que siempre se parte de la intención. Como si fuéramos de viaje: el destino al que queremos llegar. Lo mismo pasa con las prácticas narrativas: buscamos sueños comunes para encontrar nuevas narrativas que continúen con las historias que queremos contar de nuestras vidas. Lo que distingue a las prácticas narrativas es que nosotras no contamos las historias de las personas. Ellas son quienes aprenden a hacerlo por ellas mismas, en un ejercicio de soberanía educativa en favor del saber colectivo
Por eso, me parece fundamental que, para poder hacer prácticas narrativas en contextos educativos, seamos nosotras, las educadoras, quienes comencemos a ejercitar el arte de recontar nuestras historias docentes. Que seamos nosotras, personas que nos reconozcamos como hechas de un mar de historias, con el poder de contar la forma en que queremos que continúen siendo narradas.
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Escrito por Eunice Véliz, asistente del Área de Innovación Educativa
“Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente”