Lucha contra la Pobreza Alimentaria; Durango México
septiembre 9, 2023Regeneración: La vida debajo del concreto
septiembre 13, 2023Reflexión escrita por Ana Velasco, docente de la Licenciatura en Emprendimiento y Proyectos Socioambientales en la Universidad del Medio Ambiente.
La deconstrucción es un proceso revolucionario necesario e inevitable para la supervivencia ante la crisis sistémica actual.
¿Qué sucede cuando cruzamos los límites de la tierra?
En 2009, un grupo de 28 científicos internacionales del Stockholm Resilience Centre (SRC) y de la Australian National University, crearon un marco conceptual que evalúa el estado de 9 procesos fundamentales, también conocidos como “límites planetarios”, que aseguran la estabilidad del sistema tierra, con el objetivo de definir un espacio de actuación seguro para el desarrollo humano y sugieren una serie de umbrales para estos procesos que, al ser superados, pueden poner en peligro la estabilidad del planeta.
Al presentarse por primera vez este modelo, sólamente 3 de los 9 límites estaban sobrepasados.
Es Septiembre 2023, el centro de investigación de Estocolmo anuncia que 6 de los 9 límites planetarios están sobrepasados sin vuelta atrás.
Estamos en un punto crítico de la humanidad en donde no sólo estamos percibiendo una crisis profunda del ser humano, sino también de la naturaleza, nuestra madre tierra.
¿Será acaso posible que la crisis de la tierra haya generado en nosotros una crisis interna del ser?
Cruzar los límites planetarios era cuestión de tiempo, dado que todo el sistema político-económico capitalista de la civilización contemporánea se ha basado en la explotación de los recursos sociales y naturales. Ya no es novedad, sin embargo, sigue doliendo y continúa enojándome.
La lucha ambiental ya no es un tema nuevo; es sabido que ambientalistas y luchadores sociales han advertido del impacto que el estilo de vida hegemónico del siglo XXI tiene contra la tierra, tan implacable, que la crisis era inevitable y hoy, la élite y los poderosos del mundo empiezan a sentir la presión encima; ellos, porque los marginados y las “minorías” han vivido los estragos de esta crisis desde hace muchos años pero se les ha callado con la fuerza de la indiferencia de todos los que callamos.
¿Hasta qué punto la comodidad es realmente cómoda?
Entre más investigo sobre las distintas economías alternativas al sistema capitalista convencional, me he dado cuenta de dos cosas:
Ahora observo que el sistema hegemónico actual -interpretándose como una triada conformada por el machismo, el consumismo y el capitalismo- nos está arrastrando hacia una caída inevitable al umbral de la desesperanza.
Los límites planetarios son sólo una métrica más que demuestra los estragos que el consumismo ha generado en nuestro planeta; son evidentes los síntomas del inicio de la crisis de la era del petróleo, la creciente necesidad de migración del sur global, los altos niveles de pobreza, la violencia, etc., todo esto son muestras claras que el sistema no ha funcionado para el beneficio común y el panorama ha sido cada vez más pesimista.
Y la segunda: que cualquier esfuerzo por escapar, ha sido reprimido por la misma inercia del control “a toda costa” del sistema al cuál formamos parte.
Percibo la comodidad en la burbuja que otorga el consumismo y la gratificación instantánea, que nos ciega de la realidad.
A decir verdad ¿habrá alguien a quién le guste estar cómodo? El concepto de comodidad lo considero ambiguo y relativo. La “comodidad” de algunos es, en realidad, la muerte de otros, y es ahí donde la comodidad no es realmente cómoda ni es real, cuando implica el daño a la otredad, cuando evoca al abuso y a la explotación.
¿Será posible vivir en la comodidad utópica aún sabiendo la inminente y desastrosa realidad que viven los más marginados?
Una comodidad utópica sólo atiende al ego, se convierte en una comodidad excesiva, una simulación de comodidad, no ha sido real porque no se sostiene por sí misma, ni siquiera la esfera económica es capaz de sostener el consumo de los que viven dentro de la burbuja de supuesto desarrollo progresivo.
La comodidad excesiva se volvió una realidad utópica. Una fantasía de pocos y un genuino desastre para muchos.
¿Por qué alguien quisiera vivir la incomodidad del otro cuando han trabajado excesivamente para salir de ella?
Me he dado cuenta que ha perdurado la idea de que la acumulación de capital era la verdadera y única salida, que sólo así tendríamos la libertad que tanto se anhela; cuando la verdad es todo lo contrario, es lo que ha mantenido al ser humano en un estado de desconexión en donde la posesión de bienes es el núcleo de la decisión, es lo que alimenta la necesidad de poder y consumo a costo de la muerte de los marginados.
¿Qué he aprendido de cuestionarme todo esto?
La verdadera revolución es contra uno mismo, significa batallar contra los ideales impuestos y contra la falsa comodidad incrustada en lo más profundo de la psique; hoy reconozco que la verdadera revolución está en la voz de la deconstrucción, del cuestionamiento de uno mismo, como en la acción de los valientes radicales que luchan por la soberanía del ser y de la comunidad, en aquellos que miran a los ojos al sistema hegemónico y, firmes, reclaman su valor.
La única forma que veo posible de salir de ahí es fragmentándose, como romperse en mil pedazos para luego reconstruirse, sin embargo, ahora con los pies y las manos libres de sogas que las aten para ser manipulados desde las alturas, como marionetas.
Ahora observo el cuerpo, la mente y el espíritu libres para pensar y decidir desde el balance, desde el bienestar del todo, desde la solidaridad y desde el corazón. Desde un corazón herido y que ha sanado. Desde un corazón encendido en llamas, no porque se esté quemando, sino porque quiere quemar.
Donde vencemos la desesperanza
“Sólo soy una persona, ¿qué tanto impacto podré tener?” – se cuestionan 6 billones de personas en el mundo.
Una sociedad desesperanzada es objetivo fácil para la opresión, es por esto que, es sumamente importante no permitir -de ninguna manera- que nos quiten aquello que impulsa: la esperanza de crear un presente y un futuro más consciente, más solidario y más amoroso.
Es posible que el problema se sienta grande, imposible de atender, sin embargo, somos más los que buscamos una libertad genuina contra aquellos que quieren imponer sobre nosotros una “libertad” limitada, que junto con la simulación de comodidad y la realidad utópica, nos van degradando todo valor humano.
Somos más los que estamos cansados, somos más los que estamos enojados y somos más los que creemos en la lucha por un bien mayor.
Luchar significa rompernos, significa quitarnos la venda de los ojos, desatarnos las manos y quitarnos la cinta de la boca; romperse y reconstruirse implica encontrar en lo más profundo de nuestro ser la fuerza para levantar la voz hacia lo que atenta contra la vida en la tierra.
Y siempre recordando que las verdaderas revolucionarias son las guerreras de la tierra. Aquellas que cuidan, que nutren, que protegen, que trabajan y luchan por la liberación de sus hijos, nosotros. Aquellas que encarnan la fuerza de Gaia para luchar desde el amor radical.
¿Qué me motiva a continuar? Donde el enojo se vuelve el aire que oxigena la llama.
La deconstrucción como arma revolucionaria implica el cuestionamiento de nuestros hábitos de consumo; desde el punto de vista del pensamiento económico, entendemos que, a través de la decisión de lo que consumimos es como creamos tendencias, es decir, generamos información que es introducida al sistema y que tiene el poder de ir re-dirigiendo el camino del consumismo.
Si hacemos conciencia de ese poder que nuestras decisiones tienen en el sistema y nos hacemos responsables de ese impacto, entonces, decidir desde la solidaridad y el bien común se vuelve más una necesidad de supervivencia, que una opción.
Invito a que reconozcamos nuestro poder como consumidores, como productores, como agentes activos del sistema de información en el que se desenvuelve el mercado.
Reconozcamos nuestro valor como seres humanos, seres vivos, seres unidos en contra de la opresión.
Empezar con pasos pequeños, con cambios pequeños, con metas pequeñas pero cada día más grandes. Cierra los ciclos de agua de tu casa, consume sólo lo que necesitas, cuestiona la trazabilidad de lo que consumes, compra local, elige sostenible, procura a tus vecinos, a tu familia, a tus amigos, busca ayuda psicológica, toma medicinas que la tierra nos provee, apaga tu teléfono en las noches, lee un ratito más, toma un ratito más el sol, juega y ríe como niño de nuevo, observa lo que ya tienes, agradece y aprovecha. Estas y muchas otras acciones que poco a poco nos ayudarán a sanar desde lo más profundo de nosotros.
Todos los días tomas miles de decisiones, te invito a cuestionarte, ¿hacia dónde estás dispuesto a dirigir el futuro de nuestro planeta y el de nuestra propia permanencia?
Fotografías y edición por Edgar-Alan Flores Paredes.