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Gracias,
gracias por vivir.
Ha pasado más de un siglo
desde que empezaron a crecer en casa,
forman parte de la familia
y su presencia nos alivia.
Tres generaciones de vida tuvieron la dicha de sentirlos,
¡ya vamos por la cuarta y la quinta!
El verlos, siempre me causa gratitud,
estar con ustedes
me entrega sentimiento de protección.
Sus troncos fornidos,
sus fuertes ramas,
sus hojas delicadas,
siempre me hablan
y nunca,
nunca me ignoran.
Pues, parece increíble el poder platicar con ustedes,
percibo incluso, que me contaran
las historias preferidas de los abuelos y bisabuelos.
Aquellas historias vividas bajo sus brazos,
bajo sus sombras,
bajo sus cantos,
Aquellas historias…
Hemos pasado madrugadas,
atardeceres
y veladas debajo de ustedes
¡Pero qué dicha!
que dicha apreciarlos cada día,
que dicha bailar con sus flores,
que dicha gozar de su sombra,
que dicha acariciarlos,
que dicha respirar con ustedes…
Mientras me siento en aquel espacio que ambos dejan,
mirar hacia arriba…
mirar hacia arriba es un presente majestuoso.
Percibir los danzantes rayos de luz
entre sus verdes hojas,
eso…
Eso me basta para saber que, en el ahora lo tengo todo…
Y no dejo de agradecer por ustedes
y por todos los momentos bendecidos
que nos permiten vivir juntos.
Hemos llorado cerca suyo,
hemos reído,
hemos danzado
y también hemos cantado,
cuánto hemos cantado…
Hoy, emocionada les pido
que no nos dejen solitarios,
que más generaciones de la familia
puedan vivir la experiencia de vivirlos
y logren sentir la magia de sentarse
en aquel espacio que dejan ustedes,
ustedes,
esos sorprendentes
Dos Chilijchis.
Foto: Mauricio Ramírez Parra