La inteligencia colectiva y el aprendizaje colaborativo
diciembre 9, 2019Medir para mejorar
diciembre 13, 2019Por Dilia Meza
Debo admitir que para entrar a la maestría fue un momento de duda, después de estar trabajando casi 10 años para el sector público en temas de conservación, el hecho de entrar a una maestría semipresencial si me puso a pensar. Sin embargo, dos compañeros que habían cursado me alentaron a vivir la experiencia. Fue en un viaje a Revillagigedo en donde tomé la decisión, porque el sueño de seguir estudiando siempre ha persistido en mi cabeza.
Todavía recuerdo mi primer día de escuela, sentía mucha emoción, pero también muchas dudas, quiénes serían mis maestros, a qué diablos se referían con eso de tronco común, si lo único que quería era estudiar derecho para fortalecer día a día mi trabajo en temas de áreas naturales protegidas, y que sentía que si aprendía más podría defenderlas mejor. Fue entonces que la clase de pensamiento sistémico me mostró otro mundo completamente diferente, hasta mis compañeros se reían de mi al decir: “todo lo diagramas, hasta ir al baño”. En efecto, esa materia me enseñó a que todo se encuentra en un sistema y que los elementos se interrelacionan de tal manera que uno determinará al otro, ya sea de forma positiva o negativa.
Fue así como se fueron interrelacionando todas las materias, no lo noté hasta tercer semestre, creo que si me hubiera dado cuenta le hubiera sacado más provecho, pero bueno es un proceso de evolución en la UMA, y no lo entiendes hasta después. Por eso cuando todos hablaban de su proyecto siempre tenía de cara de yo no tengo nada, y la respuesta siempre fue, no te preocupes, eso sale solo, y si, sale solo. La conjunción de materias de índole de crecimiento personal y las especializadas hicieron que me diera cuenta de dónde estoy y la incidencia que tengo en mi comunidad. Fue así que empecé a darme cuenta que los suelos no se encuentran protegidos.
La idea era muy loca, y decir quiero proteger los suelos de México, pues si resultaba en cierto sentido muy emocionante y platicando con mis amigos, socios y maestros resultaba interesante, pero a la hora de aterrizar el tema en las diferentes materias, sobre todo el proyectos, no era para nada sencillo. A veces creo que los astros se alinean y cuando hablaban de codiseño no entendía, hasta que me encontré en el momento de actualizar el programa de manejo del Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir y el principal problema resultaba la ganadería, actividad que impacta severamente los suelos, y por ende la flora y fauna. Debo decir que platicar la idea con el director del Parque y el director de una Organización de la Sociedad Civil y empezar a codiseñar la solución al problema socioambiental nació del potencial, qué podíamos aportar cada uno de nosotros.
El proyecto fue tomando forma a partir de cursar las clases, ya el estrés por no tener un tema había pasado, y la emoción de aprender más fue imperando, sobre todo el hecho de querer conocer más del tema y platicar con los ganaderos cuál era la razón para llevar a las vacas a dicho sitio. Esto a razón, de que desarrollar un pensamiento crítico en el tema, evidentemente radica en conocer todo lo que ocurre. En este momento aparece mi asesora, y debo admitir que es la mejor, porque conoce cómo es trabajar en el sistema CONANP y sus consejos fueron de lo más geniales, porque soy más que dispersa y se me ocurren mil soluciones para un problema. Creo que fue una de las mejores decisiones de la UMA para mi crecimiento.
El conjuntar la maestría con mi quehacer diario, en donde se tienen que tomar decisiones en el momento, ha permitido que se tengan que pausar cuestiones para poder reflexionar, o buscar información para determinar posibles consecuencias. Aprendí muchas cosas, pude elaborar una propuesta de reforma para la Ley General de Vida Silvestre, la cual fue presentada en el senado. Así como obtener herramientas para defender el desarrollo de una mina a cielo abierto en la Reserva de la Biosfera Sierra La Laguna. Pero lo importante es lo cotidiano, eso que antes de entrar encontraba como no relevante; sin embargo, aprendí que todo lo que tenga que ver con conservación del medio ambiente es importante.
Si antes me sentía comprometida con el tema de la conservación de los recursos naturales, ahora mi compromiso se ha fortalecido, porque he entendido que la suma de esfuerzos es potencial para lograr los cambios. La UMA ha significado un espacio de expresión, un lugar en donde aprendí que el retarme me llevaría a reflexionar mi actuar sola y en comunidad. Pero no todo fue aprendizaje, fueron risas, conversaciones, vivencias a flor de piel, compañerismo, el formar una comunidad en la que todos queremos que se dé el cambio a un mundo mejor.