Estudiar en la UMA, transformación profesional y de vida
noviembre 17, 2019Celebración Verde en el Campus de la Universidad del Medio Ambiente
noviembre 20, 2019Laura G. Agudelo Maestría en Proyectos Socioambientales – segundo semestre
Una de las carreras que ensayé buscando entender y promover la justicia social fue la medicina. Después de un tiempo en el que decidí que no estudiaría nada que no se sintonizara con ese propósito, entrar a medicina con mis antecedentes en el arte y las ciencias sociales, fue extravagante. Quería tener un acercamiento holístico al cuerpo humano. Profundizar en la medicina preventiva y en las necesidades básicas de alimentación y saneamiento para las personas más vulnerables. Comprender las vías por las cuáles nos podemos auto-sanar.
Pasado un semestre concluí (al unísono con mis maestros), que estaba en el lugar equivocado para mis búsquedas. No me arrepiento de ese tiempo con noches de tres horas e infértiles disgustos con los intocables médicos- profesores. Nada fue en vano, me convencí de que pisaría lo menos posible los hospitales y que continuaría evitando al máximo la farmacéutica alópata. Y lo más importante: vi una clase de botánica y supe que entre las plantas, mi corazón siempre encontraría un lugar.
El taller de Herbolaria Profunda
El taller de Herbolaria Profunda, diseñado e impartido por Juan Pablo Ruíz, me recordó esa conexión especial con las plantas, ese llamado al servicio del corazón. La manera en la que están hiladas las conversaciones y las actividades, me llevaron a recordar y replantearme mis inquietudes sobre el funcionamiento de nuestros cuerpos.
Si bien los semestres de biología me otorgaron un valioso conocimiento científico sobre las plantas, no fue el lugar central donde cultivé mi capacidad de apreciarlas como aliadas. Ese lugar fue la cocina de mi madre y mis tías. Apio, boldo, ajo, caléndula, anís, menta, lavanda, romero, tomillo, sábila…dolor de colon, amebas, pesadez, heridas, memoria, gripa, tos, quemaduras. Siempre hubo una opción entre las plantas compradas o crecidas en masetas para las dolencias comunes.
Hemos evolucionado con las plantas
Uno de los mensajes más profundos del taller fue la accesibilidad de este conocimiento para todos cuando nos asumimos parte del mundo natural. Entender desde el corazón que hemos evolucionado con las plantas y que tenemos en ellas las respuestas para restaurar el equilibrio de nuestros cuerpos y espíritus, fue muy conmovedor.
En el taller fuimos invitados a recordar y a sentir. El trato con las plantas más que una cuestión de memoria, es de amor y gratitud. Alejarnos de nuestro cuerpo y su sabiduría para entregarnos a que otros nos expliquen qué pasa en él, nos ha llevado a confiar ciegamente en fármacos. Que llevan muy poco con nosotros, que recargan nuestro hígado y que silencian el dolor sin sanar su origen.
El trabajo con las plantas implica sentirnos y sentirlas, respetar el hecho de que tanto los medicamentos antiguos y modernos como los venenos, provienen en su enorme mayoría del mundo vegetal; desmitificar la idea de la ineficacia o inocuidad de un preparado con plantas por el hecho de ser “natural”.
Durante el taller recorrimos las propiedades y usos de más de 15 plantas históricamente empleadas para múltiples dolencias, entre ellas el jengibre, la melisa, la rosa, la manzanilla, la caléndula y la osha. Reflexionamos sobre cómo cosecharlas y las ventajas de crecerlas nosotros mismos en lugar de comprarlas. Conocimos diferentes formas de preparación: tinturas, extractos acuosos, infusiones, decocciones, encapsulados, cataplasmas y compresas, e hicimos nuestras propias tinturas. También compartimos la preparación por destilación de un aceite esencial de romero y de una pomada con un aceite infusionado de caléndula y manzanilla.
Un reto mayor
Finalmente, de la mano de una dinámica muy sutil y sensible, Juan Pablo nos compartió cómo hacer un diagnóstico profundo conectándonos con nuestro corazón. Como un canal entre el cielo y la tierra, y expandiendo nuestro amor hacia el ser que tenemos en frente. Quizá sea ésta la tarea más compleja de todo este saber que nos compartió. Si nos cuesta trabajo escuchar a nuestro propio cuerpo y sus necesidades, o conectarnos con nuestro corazón, tratar de sentir a otros es un reto mayor.
Agradezco muchísimo a la UMA y a Juan Pablo por abrir el espacio a este conocimiento y a esta forma sensible y respetuosa de acercamiento a este mundo natural que guarda tantas pistas, secretos y claves para nuestra propia evolución espiritual y sanación.