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diciembre 19, 2022Viajar se ha vuelto sumamente sencillo, tan simple como abrir la computadora, entrar a un buscador y tras unos clics, tener un itinerario listo. Pareciera que esta sencillez nos ha llevado a coleccionar fotografías y millas como si fueran un trofeo que presumir. Sin preguntarnos ¿Cuál es la huella qué dejo detrás de mí? ¿Cómo impacto no sólo al lugar físicamente sino a su gente y sus dinámicas? ¿Cómo un viaje me cambia a mí y a todo aquello con lo que interactúe en mi travesía?
Afortunadamente, también es creciente la preocupación respecto a nuestra forma de viajar. Podría enlistar un sin fin de acciones y escribir sobre lo que podemos hacer para viajar de manera más responsable: hospedarse en alojamientos con prácticas sustentables y con uso de tecnologías limpias, alargar nuestras estancias en los destinos, la elección de nuestro medio de transporte, el consumo de productos amigables con el ambiente y productos locales, entre muchas otras.
Sin embargo, hoy me gustaría escribir sobre algo que va más allá, sobre una práctica que fui asimilando y apropiado cada vez más a lo largo de la maestría en turismo sostenible, y que mi querido amigo, profesor y colega Alejo, ha atinado a nombrar viajar despierto.
Viajar despiertos
Viajar de manera responsable no se trata únicamente de cumplir con un check-list para aligerar nuestra carga moral, si es que nos preocupa el impacto inmenso en el planeta que tiene esta actividad. Se trata también de lograr ver un destino desde las miradas que en él habitan, hacer un silencio interno para dejar que un lugar hable a través de su gente, permitir que cada uno de nuestros sentidos esté despierto y de
esta manera, poder percibir la esencia del lugar con el que estamos decidiendo conectar.
Todo esto, pude verlo claramente en uno de mis últimos viajes. Había visitado el caribe en varias ocasiones, sin pasar de disfrutar el baño en las aguas turquesas, los días de sol en las playas paradisíacas e incluso la visita a unas cuantas ruinas mayas. Pero esta última vez fue muy diferente.
Dos años de maestría en turismo sostenible sin duda cambiaron mi forma de viajar y de percibir los destinos. Esta vez viajé despierta y gracias a ello, pude tener experiencias transformadoras. Buceé de
la mano de Ernesto, un gran oceanógrafo, y sentí la pasión con la que practica su profesión, nadé con tortugas y vi las profundidades marinas reconociendo el valor inherente de estos seres y ecosistemas, visité las islas sabiendo lo que significaban para los isleños las deidades ahí veneradas, me sumergí en cenotes y conecté con su energía, siendo consciente que son lugares sagrados, fui invitada por Alonso y Eduardo a una ceremonia en el atardecer por escuchar y acercarme con curiosidad a estos dos lugareños, presté oídos a las anécdotas de Kevin, un joven orgulloso de ser originario del primer lugar de México donde los rayos del día tocan tierra y así, muchas más.
Viajar con todos los sentidos
Como viajeros no visitamos lugares únicamente, sino que interactuamos con los destinos y si lo elegimos, podemos conectar con ellos. Viajar no se trata de visitar un nuevo destino cada vez, sino ser capaz de visitar el mismo y verlo de manera diferente. En suma, para mí un viaje transformador se trata de escuchar y conectar.
Esto es lo que me ha permitido vivir viajes que marcan un antes y un después, pues mi entendimiento de la vida se nutre por cada uno de los lugares que me cuentan cómo es la vida ahí. Para lograrlo, se necesita viajar despierta.
Nota escrita por: Naomi Garciamoreno (Directora de Villas Malaki, Playa Blanca, Zihuatanejo y estudiante de la Maestría en Turismo Sostenible de la Universidad del Medio Ambiente)
“Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente”