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“La educación de preguntas es la única educación creativa y apta para estimular la capacidad humana de asombrarse, de responder al asombro y resolver los verdaderos problemas esenciales, existenciales, y el propio conocimiento ”
(Freire y Faundez, 2013)
Todos los que estamos en la UMA buscamos encontrar nuevas formas de contribuir a los problemas socioambientales que nos rodean. Algunos buscan estas soluciones por medio de la arquitectura, algunos por medio de los negocios, otros por medio de la agroecología y algunos otros por medio de las políticas públicas o la educación. En mi caso, lo exploré todo. Por medio de la Maestría en Proyectos Socioambientales que ofrece la UMA, ya que uno puede armar su tira curricular tomando materias de las demás maestrías que le sirvan para su proyecto, o en mi caso, para explorar ámbitos de la sostenibilidad en busca de la respuesta a una gran pregunta personal:
¿Cuál es (para mí) la mejor manera de abordar la crisis socioambiental que sufrimos?
En busca de esta respuesta pasé un año completo de la maestría explorando distintas disciplinas de la sostenibilidad, como modelos arquitectónicos sostenibles, principios de agroecología, negocios sostenibles, permacultura, entre muchos otros. Y no me malentiendan, todas estas disciplinas me parecen hermosas y sumamente importantes, sin embargo, siempre había algo que a mí me faltaba. “¿Cuál es la verdadera raíz del problema?” Esa era la pregunta que me atravesaba cada vez que me preguntaba si esa nueva disciplina respondía a la primera pregunta. Esta pregunta no solo me atravesaba si no que me perseguía. No lograba sentir que verdaderamente estuviera atacando, por medio de esta o aquella disciplina, la raíz de la crisis en la que nos encontramos.
Sin embargo, todo cambió cuando, gracias a una bella recomendación, decidí inscribirme en una materia de nombre raro que es parte de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad: Aprendizaje y Ruptura Epistemológica. Si les soy sincera, ni siquiera estaba segura de qué trataba esta materia, pero algo me dijo que tenía que cursarla. Y fue así como descubrí, de manera inesperada, que la educación era la respuesta que mi corazón buscaba. La primera clase sentí todo el entusiasmo y la conexión que después de una Ingeniería en Desarrollo Sustentable y casi un año de Maestría en Proyectos Socioambientales no había logrado sentir: se me llenó el cuerpo de esperanza, de nuevas ideas, de unas ganas infinitas de hacer cambios, pero también, me llené de rabia e indignación al darme cuenta del sistema educativo actual y las consecuencias que tiene en la vida de las personas y el entorno que nos rodea.
No fue solo el contenido de la clase lo que resonó profundamente conmigo, sino también las personas que en ella participaban.
Jamás había sentido en una clase (y tal vez en cualquier contexto) tanto apoyo, tanta sensibilidad, tantas ganas de hacer cambios desde las reflexiones más profundas y tanta empatía y amor por cuidar la vida. Sinceramente, no puedo transmitirles todo lo que resonó en mí esa primera clase y las que le siguieron.
Y fue así como decidí cambiarme de maestría y darle un giro radical a mi práctica profesional. Y sí, lo hice llena de miedo de subirme a un nuevo barco del que conocía poco y convertirlo en un nuevo proyecto de vida. Pero no lo pude evitar, todo dentro de mí me decía que eso era lo que había estado buscando y que no lo dejara ir, y no lo hice.
Estudiantes de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad 2024
Hoy, siendo parte de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad, estoy encontrando todos los días nuevos caminos, nuevas inquietudes, nuevas respuestas, pero sobre todo, nuevas preguntas. ¿Cómo cambiamos la forma de relacionarnos con nuestro entorno? ¿Cómo enseñamos sin replicar modelos adoctrinantes? ¿Cómo creamos (juntos) nuevas maneras de percibir el mundo? ¿Cómo resignificamos lo que es o no es importante más allá del capital? ¿Cómo le damos el poder a las personas para crear su propio camino más allá del establecido por el sistema? ¿Cómo estimulamos el pensamiento crítico y libre en las personas? ¿Cómo podemos impulsar el aprendizaje de las personas al mismo tiempo que las cuidamos? ¿Cómo superamos las injusticias que surgen a diario en el ámbito del aprendizaje? Estas son solo algunas de las muchas preguntas que llegan a mí cada vez que tocamos distintos temas en materia de educación y vida cotidiana, porque el aprendizaje no se da únicamente en el aula.
La Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad me ha abierto más preguntas que respuestas, pero cómo dice Paulo Freire:
“Todo conocimiento comienza por la pregunta” (Freire y Faundez, 2013).
Hoy, me encuentro en el camino de seguir buscando preguntas y respuestas que abran más preguntas, con el fin de llevar a la práctica una educación que abra paso a la libertad de pensamiento y que sobre todo, ponga al centro lo que verdaderamente importa: la vida.
Bibliografía: Freire, P. y Faundez, A. (2013). Por una pedagogía de la pregunta. Crítica a una educación basada en respuestas a preguntas inexistentes. Argentina: Siglo XXI.
Escrito por Mariana Monterde, estudiante de la Maestría de Innovación Educativa para la Sustentabilidad.
“Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de los autores y pueden no coincidir con las de la Universidad del Medio Ambiente”