Maestría en Derecho Ambiental y Política Pública, generación 2024
enero 23, 2024El papel de la educación ante la crisis civilizatoria
enero 24, 2024Mi propósito al escribir este ensayo es simplemente el de proponer algunos cambios de enfoque aprovechando la sacudida del huracán Otis en Acapulco. Tal vez sea un buen comienzo hacernos preguntas acerca de lo que damos por hecho y hemos invisibilizado, para empezar a vislumbrar otros escenarios posibles en donde quepa la diversidad, donde nos volvamos a concebir parte de la naturaleza.
¿Desde dónde vemos a lo que llamamos mundo?
Algunas personas, desde la tranquilidad de poder respirar dentro de nuestra burbuja de seguridad. En la que no hay frío ni calor; en la que controlamos inclusive la gama de olores de nuestra preferencia, en donde no hay mas que abrir el refrigerador para saciar un antojo, porque en esta burbuja tampoco hay hambre.
Donde lo controlamos todo y pensamos que es normal. Que un día todo mundo lo tendremos; y así, este será un mejor lugar. ¿Pero, qué pasa cuando un evento de la naturaleza, como este huracán, sacude y revuelve todo?
Otis le levantó el vestido a la misma Tierra, a mujeres y hombres, a caballos, lagartos y edificios. Cada ser sobreviviente, con los pies sobre el mismo suelo, porque todos tuvimos sed, hambre y sentimos un calor sofocante inclusive de noche. Porque la comunicación tuvo que ser con personas y sentimos miedo.
¿Qué podemos aprender?
Dado que compartimos el mismo suelo, pudiera haber dos posibles enfoques al abrir los ojos después del huracán. Uno, ver todo lo que está devastado, lo que era una ilusión, como aquella burbuja que resultó ser más frágil de lo que creíamos. El otro, es ver qué quedó, quién sigue aquí y quizá preguntarnos, por qué resistió. Apreciar el potencial de lo que quedó.
De manera que, podríamos aceptar la oportunidad de observar los paisajes y dejar que nos hablen, para permitirle a la creatividad volver a levantar cada espacio y cada espíritu desde un entendimiento renovado. Convertir la experiencia en conocimiento. Como explica Morin (1994), “el conocimiento es el resultado de una dinámica constante, que se deriva de un diálogo continuo entre los individuos y el entorno, sujeto siempre a la incertidumbre”, pues de todos modos no podríamos asegurar que esto no nos vuelve a pasar, pero sí que será diferente, probablemente menor el impacto de un evento de esta naturaleza.
Sirva de sencillo ejemplo lo que pueden comunicar las siguientes imágenes, ambas después del paso de Otis.
¿Para qué invertimos tanta energía en desafiar a la naturaleza?
Muchas veces creemos mejorar su creatividad. Entonces consideramos buena idea levantar altos edificios cubiertos de vidrio, por ejemplo, frente al mar. En cuanto al manejo de la vegetación. Distanciamos entre sí árboles, palmeras, arbustos. Integramos grandes extensiones de pasto. Privilegiamos especies externas a los ecosistemas, que no son propias para resistir el clima y demandan más cantidad de agua, o que tienen el potencial de convertirse en invasoras, de tal modo que desajustamos, vulneramos y condenamos a morir los ecosistemas locales.
Los pastos son una especie que tiene la particularidad de secuestrar nutrientes y tomar mucha agua. Los invito a consultar más información al respecto en el artículo: Campos de golf: jugando sucio con el territorio, de la página de ecologistas en acción .
Continuando con los campos de golf, que podemos ver devastados después de Otis, son esquemas 100% excluyentes. Depredan grandes extensiones de selvas y bosques para propagar pastos para el funcionamiento de su actividad y por procurar un concepto de estética que resulta ser bastante inapropiado para casi cualquier ecosistema, pues destruyen la vegetación local que, por supuesto, es más favorable para proteger la vida, para ofrecer servicios ecosistémicos que provean a la fauna, por ejemplo, de refugio, alimento y comida. Hoy, este daño es imposible de reparar.
En definitiva, nos seguimos empeñando en desafiar a la naturaleza, su autoorganización que brinda resiliencia a los organismos. Como apuntan Vandana Shiva y María Mies en Ecofeminismo (1997), esta forma fragmentada de percibir la realidad, “ha reducido la capacidad de regeneración y renovación creativa de la naturaleza, al manipularla como si se tratase de una materia inerte y fragmentada”. (pp.44).
¿Qué hay de nosotros y dónde nos colocamos?
Construimos burbujas individuales, con la ilusión de estar protegidos de los otros, que nos alejan aún más de poder ser comunidad, de reconocernos como unidad interdependiente y vulnerable. (Elorriaga, K. 2012). ¿En dónde está exactamente el límite entre una montaña y una cuenca? ¿Cuál es la línea divisoria precisa entre una hierba y otra? ¿Cuál sería la ruta por la que sí pueden volar las aves y en qué momento ya se saldrían de su límite aéreo?
Somos un sistema de sistemas que se autoorganiza con interrelaciones de dependencia, porque requerimos de oxigeno, alimento, resguardo, contención, es decir, somos vulnerables. Sin todo(s) lo demás no podríamos existir. Por esta razón, las palmeras de la derecha siguen vivas y en pie, mientras que las otras no.
¿Socioecosistemas?
Por supuesto lo que asoma a la superficie de este problema, sin ningún filtro, muestra la complejidad por la que es especialmente difícil de solucionar las consecuencias de un evento así. Precisamente la situación de pobreza en la que sabemos que vive la mayoría de los mexicanos, y las desigualdades abismales que coexisten en este país a tan solo pocos metros de distancia. No solo es la vegetación, los animales, los negocios. Somos nosotros los seres humanos en interrelación con todo lo demás.
Para quienes piensan que los actos de rapiña obedecen simplemente a un comportamiento indebido, abusivo y oportunista (de los pobres), sin afán de justificar, pregunto: ¿acaso no es también indebida, abusiva y oportunista la manera en la que la riqueza, no solo económica, sino natural, es acumulada por muy pocos? Como privatizar las playas y las vistas al mar. ¿No es así como mayormente funciona el orden mundial en la actualidad, a través de ser el más hábil en organizar rapiñas?
Estos muy pocos a quienes respetamos -apenas un 1% de la población mundial-, a quienes inclusive admiramos y hasta aspiramos a ser como ellos, dictan las reglas del juego, en el que los pobres están excluidos de entrada, porque son culpados de su condición. Hay que acabar con la pobreza, escuchamos mucho, mas casi nunca oímos que con lo que hay que acabar es con la acumulación desproporcionada de los muy pocos.
¿Entonces qué podríamos hacer?
Supongamos que contemplamos el diseño de nuestras ciudades con comunidades, con espacios que propicien la convivencia, donde el trabajo sea para beneficio de todos como, por ejemplo, huertos, sistemas de captación de agua, cosecha de sol, crianza de animales, que nos posibiliten de manera local para conseguir soberanía alimentaria y todo lo que entraña este concepto.
La Declaración de Nyéléni (2007), detalla extraordinariamente la propuesta hecha por más de 500 representantes de 80 países. Sirva este pequeño fragmento como muestra del espíritu sobre el que está trabajando parte de la humanidad: “La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones”. (Nyéléni, 2007). Probablemente, regenerar bosques, selvas y montañas al trabajarlos por el bien de la biodiversidad… Utopías.
En suma, las utopías como guía son útiles, para contemplar nuevas maneras de generar negocios, de levantar casas. Como dijo Donella Meadows (2009), “Nadie puede definir o medir la justicia, la democracia, la seguridad, la libertad, la verdad o el amor. Nadie puede definir o medir ningún valor. Pero si nadie habla de ellos, si los sistemas no están diseñados para producirlos, si no hablamos de ellos y señalamos su presencia o ausencia, dejarán de existir” (p.177).
La utopía también de ser conscientes que, en todo momento, sí compartimos el mismo suelo que todo lo demás que forma parte del sistema Tierra.
Escrito por Beatriz Álamo Rojas, estudiante de la Maestría de Agroecología y Sistemas Alimentarios Regenerativos, generación 2023.
Editado por Mariana Sandoval Ávila, estudiante de la Maestría en Agroecología y Sistemas Alimentarios Regenerativos, generación 2022.
Referencias bibliográficas
Morín, Edgar. (1994). Introducción al pensamiento complejo. Editorial Gedisa. España.
Mies, M., y V. Shiva. (1997). Ecofeminismo: teoría, crítica y perspectivas. Barcelona: Icaria.
Elorriaga, K., Lugo, M. E., & Montero, M. E. (2012). Nociones acerca de la complejidad y algunas contribuciones al proceso educativo. Telos, 14(3), 415-429.
La Vía Campesina, (12 de marzo 2015). https://viacampesina.org/es/declaracion-del-foro-internacional-de-agroecologia/
Meadows, D. (2009). Thinking in systems. Diana Wright, Sustainability Institute.
Las opiniones incluidas en este artículo son responsabilidad de quien las escribe, y no reflejan la postura, visión o posición de la Universidad del Medio Ambiente.