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octubre 31, 2022Por Paulina García Vallejo Urquiza, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.
«El principio del verdadero arte no es representar, sino evocar.»
Jerzy Kosinski
Me parece adecuado comenzar con esta frase del novelista judeo-polaco quien sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y además que fue acogido por una familia campesina polaca y católica. En su obra El Pájaro Pintado de 1965, Kosinski hizo una metáfora entre el ser humano en su estado más indefenso: el niño, y la sociedad en su estado más inhumano: durante la guerra.
No decidimos qué aprender pero sí podemos decidir qué enseñar
¿Quién no tiene una experiencia personal en su historia académica que haya definido sus gustos en la vida? ¿Aún recuerdas cuando un maestro comunicó el entusiasmo y pasión que sentía con los temas que enseñaba?
El maestro que siente la vocación de servicio que implica su oficio sabe sobre la responsabilidad, pero también de los múltiples beneficios de su profesión.
Esas experiencias marcan nuestra vida y trazan caminos que algunas veces olvidamos los docentes pues hay una responsabilidad grande en este proceso, pero nos hemos olvidado aún más de la importancia de la educación en la vida diaria.
El nuevo rol del educador: profesor y estudiante / maestro y aprendiz
Para repensar el nuevo rol del educador, me gustaría hacer una equiparación entre el educador y el educando, puesto que –dentro del paradigma conductista- el aprendiz se encuentra en una suerte de desventaja frente al maestro. Decimos esto pues carece de las competencias que el educador pretende instruir. Así, deseo ahondar en las desventajas de esta percepción normalizada del desequilibrio en el paradigma educativo.
El profesor –dentro del sistema educativo imperante– es considerado por tener superioridad intrínseca. Lo mismo sucede con el alumnado que es percibido como carente de algo que les otorgue validez dentro del sistema educativo.
Esta idea de diferenciación entre niveles no aporta valor a ninguna de las partes porque atenta contra la apertura hacia las diferentes voces y verdades de ambos sectores. Uno por tener falta de confianza para compartir su realidad y sus conocimientos. El otro por falta de capacidades para abrirse al contexto del estudiante y situar su interacción.
Las alternativas a la educación tradicional
Si cambiáramos la ecuación, en donde el profesor fuera quien se encuentra en el peldaño inferior al alumno, entonces se convertiría en maestro, pues es esa humildad, característica de quien ha realizado un trabajo personal para liberarse de lo que no necesita (expectativas, validación externa, deberes impuestos, compromisos sin sentido, pactos o acuerdos inter-generacionales, metodologías descontextualizadas, pedagogías desvinculadas de las circunstancias únicas y particulares de cada individuo) para conectarse consigo mismo y así observarse como iguales. Es entonces cuando ambas partes resignifican su esencia, validan su verdadera pasión y retoman su creatividad.
En ese momento sucede la magia del aprendizaje, y nos encontramos con el nuevo rol del educador: cuando dos seres sienten confianza y se encuentran en un momento de cuidado, se da una comunicación en muchos niveles. Se transmite por medio del lenguaje hablado, aunque de igual manera, el lenguaje corporal y visual comunica mucho.
La consciencia de situarse aquí y ahora le pone energía al momento y entonces sucede que los espíritus se conectan. Ahí nos encontramos con el nuevo rol del educador.
El aprendizaje profundo
Cuando se habita el presente, existe un potencial altísimo para generar transformaciones profundas. Además, si esto se vive de una forma integradora en los distintos sitios del aprendizaje como la percepción, los sentimientos y las sensaciones, es posible que el conocimiento se viva en «carne propia” y este aprendizaje sea mucho más trascendente y duradero.
Este aprendizaje -si el maestro se lo permite- sucede en ambos sentidos, lo cual es beneficioso y motivante para ambas partes y puede ser sostenible a largo plazo. Si es significativo para ambos puede decirse que es un aprendizaje relevante y esto se logra por dos vías, la primera –y creo que la más importante– es contextualizar el contenido, adaptar el tema al sitio y al público para que en un lenguaje familiar puedan abrirse al tema. El maestro, en este caso, desarrolla una sutil percepción que favorece la innovación y toma el nuevo rol del educador.
La segunda es hacer relevante el aprendizaje para poder aplicarlo en la vida diaria en cualquier ámbito, buscando así interrelacionar los conocimientos para que ayuden a comprender con mejor precisión y así se transforma en algo práctico en la vida del educando.
Vivir el aprendizaje
El tiempo y el silencio fomentan la re-conexión con nosotros mismos. Asimismo, tengo fe en que los docentes pueden promover dichas experiencias, que deriven en reflexiones y den pauta para mirar dentro de uno mismo. El nuevo rol del educador está en el maestro que ha realizado un trabajo personal, que se conecta tanto con sus fuentes de entusiasmo como con su vocación. Esto hace posible un ejemplo que pueda servir como experiencia para hacer propios los aprendizajes.
Como menciona Mèlich (2010), el maestro “no sólo no quiere explicar, tampoco puede, porque la explicitación arruinaría la transmisión, porque la fuerza de lo transmitido radica precisamente en su «poder de evocación»”. A partir de lo anterior, podemos decir que la transmisión maestro-discípulo no es una simple transmisión de enseñanza-aprendizaje sino una «transmisión testimonial», ya que no se puede saber cuánto tiempo es necesario para aprender. Sin embargo, hay factores que hacen accesible el proceso de aprendizaje. Entre ellos, podemos mencionar un ambiente de confianza y respeto que sea incluyente y equitativo, con calma y con tiempo. Este ambiente, además, es uno en el que no se puede planificar ni organizar demasiado.
Todos somos maestros
Ahora entiendo el nuevo rol del educador: todos somos maestros pues a lo largo del día estamos transmitiendo con nuestra interacción, a través de nuestra particular forma de ser y el modo de relacionamos.
La invitación es a tomar esta oportunidad lo más consciente posible para vincularnos de una forma respetuosa y amorosa. Hay que empezar el día como si fuese una obra de arte. Con la sensibilidad y creatividad que los artistas tienen para evocar la equidad, la inclusión y el cuidado.
Referencia:
Mèlich, J-C. (2010). Ética de la Compasión. España: Herder.
*Editado por Edgar Alan Flores Paredes, estudiante y asistente de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.
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