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En 2015, la ONU coordinó el compromiso de 193 países para lograr 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el año 2030. Es una agenda ambiciosa y necesaria que requiere un esfuerzo internacional. ¿Cómo vamos a la mitad del camino?.
Desde 2015, cada año ha aumentado en medio punto porcentual el índice de los ODS. Sin embargo, a nivel global, únicamente seis objetivos han avanzado y 11 se encuentran estancados. En México se han alcanzado 16 de 122 metas. A este ritmo, parece que ninguno de los ODS se cumplirá para 2030. ¿Esto significa necesariamente que vamos mal?
Para responder esta pregunta, debemos tomar una visión histórica más amplia. Los humanos llevamos milenios buscando mejorar nuestra vida. Algunos de los objetivos de bienestar básico, como la expectativa de vida, la mortandad infantil o el acceso a la educación, han sido aspiraciones milenarias que hasta hace un par de siglos empezaron a mejorar. Los ODS marcan un hito muy importante en esta historia; su simple existencia es algo sorprendente. Un esfuerzo global, objetivos explícitos, información disponible y una posibilidad de lograrlo es única en la historia. También es de aplaudir que algunos objetivos, como la equidad de género y la reducción de las desigualdades, serían temas que hace pocos siglos ni siquiera se hubieran considerado en la conversación. En el siglo XXI, estos valores y plataformas de trabajo nos parecen naturales, pero en realidad son avances colosales.
Ahora, ¿vamos a lograr los objetivos para el 2030?. Sinceramente, creo que no. Es importante reconocer las contradicciones sistémicas que presentan algunos objetivos. Reducir la pobreza, hambre cero o la generación de empleos dignos, en nuestro sistema capitalista, depende directamente del crecimiento económico. Al día de hoy, este crecimiento es una de las causas directas de la degradación ecológica. Reconocer explícitamente este tipo de contradicciones sistémicas es clave para alcanzar los objetivos.
Hay que rediseñar de fondo. Eso nos tomará más de 15 años. Vivimos en una época en la que todo lo queremos rápido y fácil. Queremos paz mundial, bienestar universal y un planeta sano para mañana. Necesitamos menos prisa y más claridad del camino que tomaremos. Necesitamos una visión sistémica de largo plazo que nos ayude a priorizar y reinventar nuestros sistemas. A corto plazo es indispensable atender la extrema pobreza, la inequidad y la polarización global, y casi con esa misma urgencia debemos cambiar significativamente las tendencias ambientales. Con esas bases, daremos oportunidad a las generaciones que vienen para que aporten en otras áreas al proyecto milenario del bienestar universal.
A mi parecer, la existencia de los ODS es motivo de celebración. Quizás nos apresuramos al pensar que metas milenarias de la humanidad se lograrían en 15 años. El avanzar medio punto anual en el logro de los ODS, a pesar de la pandemia y la guerra en Ucrania, es positivo. Pero ahora debemos integrar a este esfuerzo una clara visión de largo plazo y de mayor análisis sistémico. La colaboración de los distintos sectores y actores es clave. La academia puede aportar las investigaciones y conocimientos necesarios para dar esta perspectiva sistémica. Los tomadores de decisiones deben alzar la vista a un panorama más allá de los cierres trimestrales o de elecciones sexenales. Juntos, tenemos en nuestras manos no sólo el bienestar de esta generación, sino de cientos de generaciones que vienen.
AUTORÍA:
Artículo escrito por Federico Llamas, Presidente del Consejo de la Universidad del Medio Ambiente, para la Revista Forbes y publicado en su edición de Diciembre 2023.
Las opiniones incluidas en este artículo son responsabilidad de quien las escribe, y no reflejan la postura, visión o posición de la Universidad del Medio Ambiente.