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octubre 13, 2023Por Patricia Cuevas, estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad.
Estudiar educación es estudiar sobre las interacciones humanas.
En mi proceso dentro de la UMA he podido observar cómo mi definición de educación se ha ido transformando. Esta transformación ha sido desde el lugar donde sucede la educación, como de los responsables de hacer que suceda y por último, del para qué nos educamos.
Sobre el lugar
El espacio educativo existe en la consciencia educativa como un espacio cuadrado, con un pizarrón y escritorio de un lado y esparcidas en el espacio, bancas con mesas, distribuidas como una cuadrícula. Y sí, la educación puede suceder en un aula escolar. Pero la educación puede suceder en otros lugares. Hoy en día hay aulas virtuales, espacios no formales, en espacios abiertos, en el bosque, la playa, un parque. Y además, la educación sucede en cualquier encuentro con el otro. Pues educar(nos) sucede en lo cotidiano y hay algo que aprender de cada persona con la que nos cruzamos en el camino.
Si podemos hacer de una situación del día a día, una situación de aprendizaje, ya estamos haciendo educación. Entonces el aula, es en la escuela y en la vida y el aula es un lugar donde pueden pasar muchas cosas, como dices bell hooks: “El aula, con todas sus limitaciones, sigue siendo un lugar de posibilidades. En ese campo de posibilidades tenemos la oportunidad de trabajar por la libertad, de exigirnos a nosotros mismos y a nuestros compañeros una apertura de mente y de corazón que nos permita enfrentar la realidad, incluso mientras imaginamos de manera colectiva las formas de movernos más allá de las fronteras que debemos transgredir.” “ (hooks, 1994)
Sobre la responsabilidad
¿Quién hace la educación? Como mencioné anteriormente, todos en todo momento, si somos capaces de aprender de las interacciones.
Por otro lado, existen planteamientos de lo educativo que comienzan a hablar sobre un “entre”. Ya no es el profesor y el alumno. No es una transmisión estratégica de intervención, si no un suceso que se da entre esos dos o más, que están dispuestos a la conversación de la cual hay algo que aprender.
Benjamín Berlanga, cofundador del CESDER; Centro de Estudios para el Desarrollo Rural y profesor de la UMA, nos plantea que ese “entre” como una “tarea educativa que se ordena desde el trato con el otro, en tanto respuesta a su presencia.” (Berlanga, 2014)
Entonces la responsabilidad de quien educa/se educa recae en uno mismo, en su nivel de presencia, consciencia, enfoque de lo que está pasando.
Si pensamos en esto a la luz de muchas posturas que cargan toda la responsabilidad a un solo ente, el maestro, entonces estamos frente a una ruptura de lo que ese rol debería ser.
El rol del profesor
Ahora bien, si la educación puede suceder en cualquier lugar y entre dos o más que de su interacción estén dispuestos, ¿qué significa ser profesor?
Esta pregunta es clave y está en evolución, no tiene una respuesta correcta y creo que como la contestaría hoy no es como la contestaré mañana o en unos años. Y aún así, hoy encuentro que tiene que ver con una especie de figura, que a su paso por la vida de otros hace ejemplo, y permite que quien aprende, “aprende «por contagio», por mimesis, y descubre lo que el manual no puede enseñar, comprende el juego de implícitos y de evocaciones aunque, al mismo tiempo, no pueda hacerlo explícito. ¿Cómo explicarle a alguien lo que es el gusto, el tacto, la sensibilidad, la emoción? ¿Cómo explicarle en qué consiste la compasión?” (Mèlich, 2010)
Esto que plantea el filósofo español Joan-Carles Mèlich, es muy relevante en el mundo de hoy, donde la información está, el acceso está casi garantizado para quien puede manejar un teléfono inteligente, pero ¿y lo demás?
El vínculo pedagógico
Esto que sucede en la educación hoy en día, donde aprendemos con el internet, con el teléfono inteligente, pero no sabemos tener una conversación diversa que haga común unidad en lugar de polarizar, eso es el reto de la educación hoy. Y una perspectiva de aquello que se ha perdido, es que ya no hay tiempo para hacer un vínculo entre quienes aprenden, con un fin pedagógico. Conversamos para tener razón, en lugar de conversar para cambiar de opinión, para hacernos de una opinión.
La educación escolarizada es una cuyos tiempos efímeros de clases de 50 minutos, no dejan que emerja ese vínculo, y si lo hacen está y continúa estando fragmentado.
Esto que sucede en la educación es una situación reflejo de lo que nos pasa como sociedad y des-hacer esa fragmentación, encontrar ese tiempo para vincularnos y aprender por contagio del otro para interactuar genuinamente con la comunidad es en verdad un indicio del camino que podemos intentar.
Encontrar el para qué
Por último encuentro que en esta definición transformada que tengo a un año de iniciar la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad, incluye algo muy importante que es, lo que te mueve a hacerlo. Que un educador/educadora tenga claro su para qué implica un gran trabajo reflexivo e introspectivo y así mismo un proceso de búsqueda muy serio. Pero al ser serio, no significa que no pueda contener entusiasmo y alegría y que además sea desde el amor por la vida.
Saber eso, encontrar un para qué y desde ahí educar o educarse, puede contestar muchas de nuestras incógnitas y aportar a perspectivas innovadoras de nuestra educación.
Referencias
hooks, b. (1994). Teaching to Transgress: Education as the Practice of Freedom. Routledge.
Berlanga, B (2014) Fragmentos acerca del Artilugio en la Pedagogía del Sujeto. Universidad Campesina Indígena en Red.
Mèlich, J.-C. (2010). Ética de la Compasión. Herder Editorial.