Tecnologías de la información para la gestión ambiental
mayo 23, 2023Interrelaciones dentro de la UMA
mayo 27, 2023Escrito por Edgar Alan Flores Paredes, Daniela Inzunza Choza y Mariana Obando Arroyo; estudiantes de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad, Maestría en Agroecología y Sistemas Alimentarios Regenerativos y la Maestría en Proyectos Socioambientales respectivamente.
¿Por qué es importante tener conciencia del proceso histórico socio-ambiental que ha sucedido en el lugar?
Tener conciencia del proceso histórico socio-ambiental del lugar, es un aspecto fundamental. En primera instancia, porque nos permite conocer la esencia del lugar, siendo el primer paso para evitar imponer nuestros deseos y perspectiva de mundo; para tejer desde la esencia y evitar caer en reescribir una historia que invisibiliza y amputa su propio origen.
Conocer el proceso histórico, también nos da luz para identificar el potencial del sistema, para entender lo que el sistema está queriendo expresar y ser. La historia explica el origen de los sueños posibles en el territorio, los sentires y pensares de las personas que habitan el espacio, y amplía las posibilidades de la integración con el mundo vivo.
En segundo término, es a partir de la comprensión del proceso histórico que se crea la narrativa del lugar; misma que se preserva a través de las personas cronistas, que a su vez se nutren del conocimiento adquirido de la interiorización de los saberes del territorio. Asimismo, la narrativa debe involucrar una diversidad representativa de los puntos de vista de la población, y los integrantes del sistema vivo de la región.
En tercera instancia, ver un lugar como un proceso histórico integral permite rescatar que toda historia importa, abrir nuestra percepción a una escala de tiempo-espacio amplia, e identificar los momentos donde ocurrieron cambios y las causas de los mismos. Nos libera del cortoplacismo y el peligro de no entender las escalas del tiempo que ocupamos.
Los riesgos que implica descontextualizar algún proyecto de su posición histórica, repercuten en la trascendencia de las intervenciones e interacciones que surjan de estas iniciativas, si no son adecuadas y no integran nociones básicas del entendimiento del lugar, es usual que conlleven al daño, al conflicto y a la resistencia que involucra cambiar un sistema que no se conoce; por lo tanto, la calidad relacional entre los participantes/protagonistas con el entorno, además del nivel de integración de las consideraciones del territorio, dentro de las propuestas para transformar los lugares, son determinantes para crear interacciones amables y sanas que consideran y ocupan el potencial del cambio en el sistema.
¿Qué implicaciones hay en que un proceso/proyecto sea consciente del lugar en el que se encuentra?
Los procesos/proyectos que son conscientes del lugar donde se encuentran, se gestan desde una perspectiva distinta, que toma en cuenta las aspiraciones, necesidades, sueños y por lo tanto, el potencial del lugar.
También implica la experiencia de integración con el entorno: habitar y convivir el espacio, y desarrollar un sentido de conexión y pertenencia con el lugar, al punto de que el proyecto se vuelve un “traductor” y canalizador de expresiones del territorio. El lugar habla a través de los proyectos/procesos, cuando éstos son gestados desde la misma conciencia y esencia del espacio que los alberga.
Las implicaciones esenciales también abarcan la capacidad de tejer saberes y miradas de las personas locales, que son las únicas expertas en sus vidas y en su territorio; y para ello, indispensablemente debe existir un proceso de apertura, de escucha genuina, de recabación y análisis de la información, así como de devolución de la lectura del lugar realizada hacia las personas involucradas en el proyecto/proceso.
Que un proceso sea consciente del lugar, implica que éste se auto-observe, es decir, tener una mirada apreciativa para redireccionar y reajustar, respondiendo a las dinámicas sistémicas que están siendo actualmente en el espacio. En procesos conscientes de narrativa del lugar, brotan las prioridades del lugar y no las del observador.
También implica transformación de paradigmas dominantes, por lo tanto, del lenguaje; para cuestionar si estamos entendiendo el lugar como un espacio que nos pertenece -como si se tratase de algo adquirible- o como el territorio que continuamente está siendo en nosotros, al cual pertenecemos. Desde ese cambio de paradigma se gesta la apropiación hacia el lugar.
Cuando somos conscientes del lugar, nos responsabilizamos como parte de él, reconocemos que también somos el lugar y por ello, sentimos responsabilidad sobre las condiciones en las que se encuentra el territorio. Abandonar el lugar implica abandonarse a uno mismo. Se requiere transitar de posturas entre ser integrable a un lugar idealizado, a ser integrador de un lugar ideal.
Ser conscientes del lugar donde nos encontramos implica vivir en contrato eco-social, actuando desde la cultura del cuidado y del servicio, lo cual nos acerca al buen vivir.
Un proceso consciente de la integración del lugar permite que se transfiera, hacia los habitantes, la cultura del cuidado sobre el territorio, y logra que las personas quieran defender lo que la naturaleza les está dando. Cuando se interioriza esta resistencia hacia lo que atenta contra la vida del lugar, es cuando cambia la narrativa; y ahora la historia que los habitantes se cuentan a sí mismos es que “la naturaleza los llamó a hacerlo.”
Genuinamente, reconocer y abrazar el lugar donde nos encontramos incentiva el arraigo, prioriza la defensa del territorio y el fomento a las expresiones bioculturales. Implica dedicar la vida al proceso y apropiar íntimamente el lugar a la vida personal, lo cual facilita la integración hacia una historia/narrativa de mayor complejidad, si se interioriza el proceso histórico propio. Así es como se gestan los cronistas socioambientales, a partir de la asimilación de la historia única personal con el proceso histórico del territorio; si bien es una virtud deseada en los protagonistas de los procesos de transformación del lugar, es una capacidad que bien se puede aprender, pues la historia habla a través de las cronistas mediante procesos y transformaciones bioculturales.
Contar historias es una habilidad/cualidad, y nuestra capacidad de aprender a partir de otros cronistas socioambientales nos brinda el potencial de saber narrar historias de lugares a partir de las vivencias y aprendizajes que surjan dentro del territorio.
El lenguaje del lugar, es la biocultura.