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Una de las cosas más hermosas que nos ha dado la UMA, es la oportunidad de tejer diferentes prácticas para enriquecer nuestros saberes, andares, sueños e intenciones. En esta entrada, Narrativas para la sostenibilidad, te compartimos el resultado de una práctica narrativa que algunas estudiantes hicimos para acercarnos a una definición común sobre la Educación para la Sostenibilidad.
Para nosotras es importante escuchar todas nuestras voces. De esta manera, podemos encontrar puntos en común y sentirnos incluidas en lo que nombramos. Partimos de una serie de preguntas, las respondimos individualmente y luego tejimos las voces.
¿Qué entendemos por educación?
La educación es un proceso metacognitivo. Así, nombramos al mundo y lo que construimos en él. Expresamos nuestras ideas, aspiraciones y sueños, como un acto de amor. La educación es la construcción de una realidad en la que caben otras realidades. Con la educación buscamos otras posibilidades. Desarrollar potencialidades y sabernos herederas del conocimiento de lo humano, de la humanidad, de lo vivo y lo no vivo, de la ciencia, del ser: de los saberes cosmos en general. Estos saberes se transmiten colectiva y culturalmente. Viajan a través del tiempo y el espacio. Nos hacen aspirar a una transformación social en una conversación a favor de la trascendencia.
Para nosotras, las narrativas para la sostenibilidad en la educación nos permiten sacar lo mejor de nosotras, posicionarnos lo mejor posible para que ser escuchadas y valoradas. La práctica educativa abre los ojos y nos hace mirar, con-movernos por lo que sucede, abrirnos a la posibilidad de, si no vencer, enfrentar el temor en y entre nosotras mismas.
La educación es una imposición social privilegiada que nos conduce al camino de la libertad intelectual.
¿Qué entendemos por sostenibilidad?
Es una utopía que busca el equilibrio entre los ámbitos ambiental, cultural, social, político y espiritual y otras dimensiones enfocadas al bien común, desde la conciencia de que estamos ancladas a la tierra y el universo. No estamos aquí solas ni por nosotras solamente: somos parte integral de un todo. Debemos replantear la relación que tenemos con nuestro entorno y con otros seres vivos y no vivos. A partir de esto podríamos mantener la vida en el planeta sin necesidad de intervenir en él, tomando la responsabilidad de nuestras acciones y su influencia en el mundo.
La práctica sostenible implica un trabajo transversal para una equidad social y planetaria en armonía, sabiéndonos en relación constante de “retroalimentación”. La sostenibilidad nos impulsa a buscar vivir el respeto a los derechos humanos y al bienestar común.
La sostenibilidad establece relaciones de respeto, responsabilidad y cuidado de la vida entre las diferentes especies que coexisten en el planeta, en una convivencia sana y buena que no permite ningún derroche. Si somos parte de un todo, es imposible sostenernos o mantenernos sin el entendimiento de los orígenes, los procesos, la función, las dificultades de cada quien. Con el entendimiento de nuestra parte más humana, de nuestro rol individual en el sistema complejo que es la Tierra, que se ve reflejado en la equidad y la empatía con otras formas de vida. Con el conocimiento profundo del espacio y tiempo en el que estamos y cómo se conecta con el pasado, el futuro y todos los seres, incluidas nosotras, que pertenecen a ello y cómo podemos ser lo mejor posible, un conocimiento del mejor estado de nosotras y de esta Tierra.
A través de las narrativas para la sostenibilidad podemos acercarnos a un cambio de paradigma civilizatorio donde se sostiene toda la vida y no la explotación ni dominación de la naturaleza.
¿Qué entendemos por educación para la sostenibilidad?
Leonardo Boff propone que el aprender a cuidar es una urgencia en la educación en esta fase de la historia. Esto se desarrolla a través del cuidado-amoroso, cuidado-preocupación, cuidado-prevención y precaución.
La educación para la sostenibilidad debe estar basada en estos preceptos y conectada con la vida. Desde un enfoque de unidad, holístico, nos hemos de reconocer como parte de un todo, del universo. Esto nos lleva a profundizar en el sentido del alma y visualizar una trascendencia que va más allá de lo físico.
Sabemos que el ser humano es un ser social, natural y tenemos que hacer conciencia de nuestro ser complejo que interactúa en varios niveles. Es necesario darnos cuenta del papel que jugamos en el mundo y hacernos cargo, no desde la culpa sino desde la responsabilidad. Con este principio, crearemos comunidad involucrando un pensamiento ético y actuando también desde la sensibilidad y la responsabilidad. Acompañando y fortaleciendo las relaciones de cuidado en la búsqueda de la equidad, respeto por los derechos universales y bienestar común.
¿Para qué necesitamos una educación para la sostenibilidad?
Mucho del daño que se ha causado no es intencional ni consciente, pero parte de cómo construimos nuestro sistema y cómo nos relacionamos. Necesitamos hacernos responsables de esas relaciones. Es indispensable un acto de sanación que nos ayude a sobrevivir en la incertidumbre y a encontrar herramientas con las que podamos cultivar la bondad, la solidaridad, el amor, la generosidad, y así hacer el bien hacia cualquier forma de vida.
Pero ¿cuál es el lugar de la humanidad en el mundo y, en última instancia, el del mundo como tal? Hacernos estas preguntas nos ayudará a situar la esencia humana, sus ideas y sueños en un contexto holístico en el cual nos reconozcamos como parte del Universo mirando las otredades como parte nuestra.
Por eso necesitamos la educación para la sostenibilidad. Necesitamos despertar la conciencia de que nuestra humanidad depende de la naturaleza y necesitamos repensar las bases de coexistencia entre las diferentes especies naturales. Esto será útil para tener una calidad de vida buena y llegar a la plenitud en un entorno natural, social, político, económico y espiritual.
Sabemos que podemos reconectarnos con la naturaleza, podemos construir, sanar, promover una transformación social a favor de la paz, pero necesitamos transgredir y romper paradigmas y, sobre todo, caminar juntas en este proceso.
¿Hacia qué tierra vamos con la educación para la sostenibilidad?
Buscamos una Tierra donde todos tengamos cabida, en ella, las prácticas holísticas también nos pueden ayudar a conectarnos con el entorno, con los otros y con la naturaleza mediante valores, el sentido de responsabilidad y ética. Así podremos convivir con equidad, empatía, amor y cuidado hacia uno mismo y hacia otras formas de vida. Como efecto de ello alcanzaremos la felicidad, pues no solo tenemos necesidades materiales sino también de conexión, cooperación, acompañamiento y solidaridad.
En este mundo, queremos que se rescaten la experiencia y los saberes comunitarios, pues creemos que con la memoria histórica y el conocimiento universal podemos soñar otras realidades.
Vamos hacia una Tierra fértil, donde las ideas se cuiden, donde se preserven y creen sistemas amigables y sanos para el bien común. Por eso, esta Tierra será un lugar seguro para las diferencias, y los seres tendrán unidad en los saberes, culturas, en la armonía con su entorno natural, social y político. El consumo responsable y la felicidad serán regulados por los límites de la Tierra y los ecosistemas.
Conclusión: narrativas para la sostenibilidad
Nos hemos dado cuenta de que con la educación para la sostenibilidad caminamos hacia un mundo con bienestar colectivo. La práctica educativa para la sostenibilidad nos acerca a tejer nuevos paradigmas en la Tierra. A partir de ellos podremos sentirnos en bienestar, paz, equidad, tranquilidad y reciprocidad con otros seres y nuestro entorno.
Cuando tomamos las palabras de otras personas para construir narrativas comunes sentimos que vivimos prácticas interesantes y enriquecedoras. Siendo escucha y hablante, sentimos que nuestras palabras son pronunciadas por alguien más. Vivimos la empatía. Nos sentimos parte del todo. Como si nuestro pensamiento de duplicara en la voz ajena.
Cuando pronunciamos las narrativas dichas por otras personas las hacemos también nuestras, nos hacemos parte de la unidad. La palabra tiene gran fuerza y en nosotras está la responsabilidad de cuidarla y no manipularla. Porque incluso usando las mismas palabras, creyendo que decimos lo mismo, podemos decir algo distinto. En la historia de la humanidad este ha sido un gran problema. Los discursos basados en narrativas colectivas no siempre han tenido buenas intenciones.
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